Para una mujer esto es mucho más notorio y evidente: Te pido paciencia y que leas toda esta nota.
- Trabajar para conseguir el dinero
- Transportarse a supermercados
- Elegir frutas/verduras y todo tipo de productos que se mastican
- Bajar/guardar el super
- Lavar, pelar, picar, desinfectar y todo “ar” que se requiera para limpieza
- Cocer, guisar, hervir, hornear condimentar y todo “ar” que sea para dejar listo y rico un platillo
- Poner la mesa, servir los alimentos
- Disfrutar (unos breves minutos todo ese trabajo)
- Recoger la mesa
- Lavar la gran cantidad de trastes, sartenes y electrodomésticos que usaste
- Ir al baño (también tuvo que ver con haber comido)
- Y el ciclo vuelve a comenzar
Toda esta reflexión del tiempo y cuánto esfuerzo e interés le dedicamos a alimentar nuestros cuerpos, me lleva a recapacitar en ¿cuánto tiempo dedicamos a alimentar nuestro espíritu? seguro mucho menos que el que dedicamos a alimentar nuestra alma.
Alimentar tu espíritu no sólo es importante sino fundamental para vivir, para vivir al menos de una forma “saludable” y plena.
¿Cómo alimento mi espíritu? podrás preguntarme. Puedes comenzar hablando con Dios, leyendo la Biblia que es Su Palabra, cantándole, preguntándole su opinión, dedicando lo que haces a él.
Te invito y te reto a que comiences aunque sea un día ayunando buscando su voluntad y que sea Él tu alimento. Alista un día antes la comida (sí… la comida) para tus familiares o quienes tengas que cocinar diariamente para que no te sea tan complicado y que puedas ver CUÁNTO pero CUÁNTO tiempo tiene que ver con comida y que esto te estremezca y te haga buscar tener un espíritu fuerte, alimentado y saludable. La anemia espiritual es realmente peligrosa, mucho más que la obesidad física.
Para el espíritu, siempre es tiempo de comer.
Jn 6,63: El Espíritu es el que vivifica, la carne nada aprovecha.
Foto via: Pradero
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