Mi esposo sale de la ciudad aproximadamente cada 6 meses a una junta de evaluación de su trabajo. Mientras mi hijo de 5 años, JR estaba sentado en el banco alto junto a la barra para desayunar, le sirvo su fruta y me doy cuenta que está con sus ojos inundados en lágrimas, al preguntarle confundida : ¿qué pasa? mientras veo cómo en segundos comienzan a correrle por ambas mejillas con mucha fuerza, en un gesto de profundo dolor y tristeza me dice: “Extraño mucho a mi papi…” lo dijo con tan genuino sentimiento y tal sinceridad que causaba muchísima ternura, mucho más si supieras no había pasado ni siquiera 1 hora de que él se había ido. “Es que ya lo quiero ver, ya quiero que vuelva” y mucha más plática y abrazos entre ambos.
Lo anterior me puso a reflexionar y hacerme algunas preguntas…
- ¿Es mi corazón y mi mente aún como el de un niño? ¿Qué cosas han cambiado dentro de mi?.
Pienso en mi Padre Celestial y en el tiempo que disfruta pasar conmigo, que le hable, que lo mire, que aprenda de él, que disfrutemos y me pregunto…
- ¿es así de fuerte como yo lo extraño al pasar el tiempo?
- ¿cuánto tiempo puede pasar sin que lo vea, lo escuche, lo sienta, me enseñe o me abrace para que yo lo extrañe? ¿cómo reacciono ante la comunicación entre nosotros?
- ¿permito que pase 1 hora o más sin darme cuenta que está ahí o que me he ido y afanado con otros asuntos y no en una relación con él?
- ¿acaso llegará a ser suficiente lo que pueda desearle como él lo hace conmigo?... y las preguntas siguen.
Son esos pequeños detalles los que me hacen comprender claramente por qué debemos ser como niños cada día, son esas lucecitas en el camino las que me recuerdan que siempre la RELACIÓN con Dios es lo más importante y TODO lo demás PALIDECE en comparación a ella. Quiero siempre estar cerca, no alejarme, también lo extrañaría mucho y seguro lloraría.
Hoy te invito a hacerte la misma pregunta, observar cómo está tu comunicación y relación con él, quizá también necesites llorar como JR pero tu digas: “estoy aquí, quiero escucharte”, “quiero aprender más de ti, quisiera ser como tu”, “gracias por amarme de verdad”, o quizá un “te extraño, quiero hablar más contigo” o un determinante: “sé que me alejé, pero quiero volver a casa”.
Cualquier palabra sincera que salga de tu boca y sobre todo de tu corazón seguro la escuchará gustoso, es un padre y uno mejor que cualquiera de los que nosotros conocemos en esta tierra.
Hablemos y pasemos -demasiado- con él hoy (si es que cabe esa palabra, ya que nunca es demasiado el tiempo cuando amas y disfrutas).
NOTA: Sí, la foto son los ojos de mi pequeño llorando pero no hoy, un 080813 Wed por alguna otra genuina razón.
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