Esperanza para una mamá
que se queda en casa
Por: Reyna Orozco Meraz.
Nadie tiene una vida fácil o predecible. Si estás leyendo esto, seguramente te encuentras en alguna situación difícil. La duda acecha: ¿Podré con esto? ¿Cómo seguir adelante? ¿Tendré lo que se necesita para criar a estos niños? He visitado muchas veces ese solitario lugar, donde el cansancio agobia, donde surgen tantas preguntas cuando las cosas se complican, donde se requiere mucho trabajo y fe. ¿Estás tú también ahí?
Ser mamá es un trabajo arduo y retador que nos lleva a nuestros límites. Quedarse en casa como «mamá de tiempo completo», no hace que la carga sea menos. Personalmente, es una de las cosas que más fortaleza emocional, física, mental y espiritual ha requerido de mí. Me ha hecho más consciente de mi dependencia del Señor, de cuánta sabiduría requiero cada día para edificar mi casa (Prov. 14:1). Invertir en el hogar es un gran honor y privilegio, pero muchas veces me siento incapaz (y reconozco que lo soy) de ocupar este rol.
Escribo desde una silla de ruedas, donde he estado los últimos meses. Los médicos dicen que pasaré los próximos meses con más cambios incómodos y un largo tiempo de rehabilitación. Un accidente no estaba en mis planes. Y aunque esperamos y confiamos en que todo esto pasará, no podemos negar cuánto dolor y sufrimiento hemos experimentado a causa de esto, y otros ajustes familiares. Ha sido un tiempo de muchas dificultades y reflexión.
Durante esta prueba, y también muchas veces como mamá, he sentido que no puedo resistir. La cultura valora lo poderoso, lo productivo, y lo autosuficiente, todo lo que en este momento no me caracteriza. Necesito ayuda para alcanzar cosas, para moverme, para prácticamente todo. También necesito mucha ayuda para ser mamá.
Pensé que no podría, es un arduo entrenamiento
Desde que tomé la decisión de quedarme en casa, años atrás, empecé a reconocer otras incapacidades que tengo. Mis mayores estorbos son el egoísmo y el temor. Comprendí muy pronto que el rol de mamá sería uno de los mayores retos de mi vida y que no estaba entrenada o preparada para enfrentarlo. He necesitado mucha ayuda y consejo. Ningún entrenamiento universitario me capacitó para ser mamá, ni para enfrentar las dificultades que pasa una familia.
Cada mamá tiene sus retos. Estoy en la trinchera y mi historia como madre aún no termina. Me encuentro cada día en un continuo y arduo entrenamiento. Enfrento cada día las mismas luchas que tú y otras mamás que se quedan sembrando en su hogar: esfuerzo, preguntas, trabajo, pruebas, enfermedad, pequeñas «grandes victorias» y muchísimas lecciones. Enfrento las críticas de los que piensan que debo abandonar esto, salir y buscar un trabajo «real».
Su gracia es suficiente
Como mamás nos resta un gran camino por delante y seguramente encontraremos muchas curvas. Pero en Cristo, cada día hay esperanza porque Su gracia es suficiente.
El no poder moverme bien me ayuda a encomendarme cada día al Señor. Lo necesito de una manera más real para resistir en esta prueba, incluso más que un aparato ortopédico o la ayuda de otras personas. Esto me ha recordado que seré incapaz de continuar en mi tarea de mamá si no estoy consciente de mi dependencia de Dios. Si olvidamos esto, terminaremos exhaustas y lastimadas, haciendo las cosas en nuestras propias fuerzas. Estaremos confundidas, sin dirección ni propósito.
En espera de un galardón eterno
Quiero ser una mamá presente, dedicada y fiel, aunque nadie me vea, aunque nadie me admire, aunque nadie me pague, aunque nadie me aplauda. Mi remuneración como mamá quizá no sea social, emocional o económica, pero sí será eterna. Espero que tú también decidas hacer todo como para Dios, para la audiencia de uno (Col. 3:23).
Me llena de esperanza el saber que aún cuando me siento discapacitada, como ahora lo estoy físicamente, me puedo apoyar en Él. Él me sostiene con esa esperanza futura cuando me siento débil como mamá (2 Cor. 12:9). Cuando no sé qué hacer, Él me guía. Cuando siento desmayar, me alienta. Cuando tengo dudas sobre lo que vendrá, Él es mi certeza.
Invierte tu vida en lo valioso
Si estás en enfermedad, discapacidad, dificultades económicas, problemas emocionales, o retos familiares en la etapa de la maternidad, te recuerdo hoy el gran privilegio y oportunidad que es invertir tu vida en amar, edificar y servir a tu familia. Él nos puede llevar de la mano guiándonos en el proceso, incluso en silla de ruedas y a pesar de todas nuestras carencias. Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican, por muy capacitados que se sientan (Sal. 127:1).
Para poder invertir correctamente, tenemos que estar en la Palabra, cultivando una relación y comunicación continuas con el Señor, en oración. Ser mamá es un rol que se puede llevar a cabo bien solamente confiando en Él. Tu mejor actitud no será suficiente; necesitas constante intervención divina.
Te invito a encontrar contentamiento en hacer justo lo que esta etapa de tu vida requiere. Invierte en tus hijos, siembra gozo y esperanza en tu hogar, formando seres humanos que amen y den gloria a Dios y sirvan a los demás.
La decisión que tomamos de quedarnos en casa quizá no sea la más común, la más sencilla, la más aceptada, o la más accesible. El trabajo será lento e invisible. Veamos o no el fruto de nuestras labores, agradezcamos la fiel y constante ayuda del Señor. Es mi oración que cada día demos gloria al Señor, amando y sirviendo, pase lo que pase, a pesar de todo, sin claudicar.
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Artículo escrito por Reyna Orozco Meraz para el Ministerio Aviva Nuestros Corazones ® www.avivanuestroscorazones.com
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