Tus oportunidades no han terminado: anhelando y valorando lo eterno. Por: Reyna Orozco Meraz

Escribí este artículo para las Iniciativas Femeninas de Volvamos al Evangelio - Soldados de Jesucristo, puedes encontrarlo también aquí: https://volvamosalevangelio.org/tus-oportunidades-no-han-terminado/ 

Tus oportunidades no han terminado: anhelando y valorando lo eterno

A pesar de las metas sin realizarse y de los sueños frustrados, Dios tiene el control de todo en tu vida. ¡Qué buena noticia!

Foto: Envato Elements

También te ha pasado? “Esa oportunidad terminó y no volverá”. Ese pensamiento martilla mi mente en ocasiones, sobre todo cuando presto oído a comentarios alrededor que me dicen con asombro: “¡No puedo creer que hayas dicho ‘no’ a esa ‘gran oportunidad’!”. Pienso: “Si tan solo supieran a cuántas cosas más he renunciado ya, ¡y de seguro cuántas más aún me falta por despedir!”.

En los últimos años, he dicho adiós a muchas oportunidades que antes pensaba alcanzar, abrazar y decirles “¡sí!” con mucha ilusión. Cositas terrenales, efímeras, pero en su momento muy brillantes y algo cautivantes. Mi vida y lo que Dios ha demandado de mí en diferentes etapas es muy diferente a lo que pensé estar viviendo en este momento y también a varios de los que antes eran mis anhelos de juventud.

Mentiría si no aceptara que muchas veces ha dolido. A veces, ese adiós se ha sentido como un pequeño, pero muy intenso “mini funeral”. Un entierro de planes y expectativas. Mentiría también si no te dijera que estoy segura de que varias de esas oportunidades que he considerado de “ensueño”, ya no volverán. Lo sé. Lo acepto. No vuelvo atrás. He muerto a mucho de lo que antes consideraba tan “valioso” y casi “esencial” para mi vida (Ga 4:8-9).


A pesar de perder oportunidades y expectativas fallidas, confiamos en el plan divino que supera nuestras limitaciones y frustraciones. / Foto: Unsplash

Que nuestros anhelos y lo que valoremos sea lo eterno

Filipenses 3:8 ha tomado un nuevo y vívido sentido para mí: “Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por Él lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo”. Y tú, ¿has estimado “todo” como poca cosa, lo que antes valorabas tanto? ¿Lo que considerabas un “tesoro” ha perdido ya su “valor”? ¿Te ha pedido Dios enfocarte en cosas que antes ni siquiera considerabas?

Aunque hayamos renunciado a ciertas oportunidades que en alguna ocasión nos parecieron esenciales, y que también hayamos creído que otras nos darían una enorme alegría y satisfacción, cuando no fue así, solo nos hace recordar que, en medio de todo, Dios tiene un plan maestro para nuestras vidas y nuestros pensamientos se quedan muy cortos ante los Suyos.

Cada experiencia, cada renuncia y cada ajuste son parte de un propósito más grande. Aunque los puentes se hayan quemado, y algunas puertas hayan sido cerradas de golpe en nuestra cara, debemos recordar que nuestro Creador es el experto en abrir nuevas y mejores oportunidades, pero no siempre será así.

En Él encontramos consuelo y esperanza, no solo confiando en que las mejores oportunidades aún están por llegar, sino en que, aunque no lleguen, Él es nuestra plena satisfacción y seguridad. Podemos mantener nuestros corazones abiertos y nuestra fe firme, sabiendo que Dios trabaja en cada detalle de nuestra historia.



Dios tiene un plan maestro para nuestras vidas y nuestros pensamientos se quedan muy cortos ante los Suyos. / Foto: Ben White, en Unsplash

La fuente de nuestro contentamiento y gozo eterno, es Él

He aprendido a contentarme en las oportunidades inesperadas que Dios ha dispuesto ante mí, aquellas que nunca imaginé, sobre lo cual nunca aprendí y de lo cual nunca soñé. En cada una de estas ocasiones. Dios me ha sorprendido con nuevos desafíos, avivando en mí un corazón dispuesto a apreciar lo que Él valora, a dedicarme a lo que Él ama, y a rendirme confiadamente a Sus designios. Lo quiero a Él, no los planes o sueños que antes quería que Él me diera.

Cuando las cosas cambian es muy evidente que es Dios quien nos da propósito, valor y significado. No eres ni vales por lo que haces, por lo que tienes, por lo que logras o has alcanzado, sino por quien Él dice que eres, porque Él te hizo y le perteneces. Eres quien Él dice que eres, independientemente de cómo lo percibas tú o los demás, a las victorias o derrotas que experimentes.

Dios escribe mi historia. Los sueños que ahora vivo, son los que Él ha plantado en mi corazón. Varios de los anhelos que antes tenía, quedaron en el pasado. Sé que las cosas que quitó ya no volverán. Me sorprende cada reto y nueva misión que me confía y cómo provee todo a pesar de mis carencias, dudas, debilidad e inexperiencia.

No tengo ningún mérito sobre lo que ha requerido cada cambio, ajuste y renuncia. Todo lo que ha resultado de Sus “no” para mí, ha sido para bien, por su cuidado, bondad, ternura y fiel provisión. Descanso cada día en Su soberanía, sabiendo que, aunque no conozco todos los detalles, de cada renuncia a uno de esos “sueños”, ha resultado siempre algo mucho mejor. Él siempre va por delante, mostrándome el camino que debo andar, dándome satisfacción y contentamiento.


Preferimos a Dios sobre los planes o sueños que anteriormente anhelábamos. / Foto: Unsplash

“Solo una vida que pronto pasará; solo lo hecho por Cristo, perdurará”

Quizá también te ves así hoy, en un mundo tan distinto al que imaginaste vivir a esta edad, con retos y pruebas inesperadas. Caminando por sendas desconocidas y nuevas para ti, confiando a Él tu todo, pues sola no puedes, no sabes como hacerlo. Es hermoso, intenso y retador. La fe y dependencia en Él crecen, mientras nuestro yo, mengua.

Porque muchos hemos tenido ese tipo de despedidas y muertes, nos identificamos con John Piper cuando dice: “De vez en cuando, llora profundamente por la vida que esperabas tener. Haz duelo por las pérdidas. Luego, lávate la cara. Confía en Dios y abraza la vida que tienes” y con Pablo: “Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil 3:13-14). Necesitamos enfocarnos siempre en lo que está delante y poner nuestros ojos en Jesús.

Tus oportunidades no han terminado, tus mejores oportunidades son eternas y comienzan en Él. “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas” (Ef 2:10). Confía, obedece, descansa. Él sabe mejor cómo debemos vivir, qué debemos hacer, cuales puentes cruzar y cuales quemar. La meta es Cristo. ¡Qué descanso tan grande es saber que no se trata de nosotras, sino que todo se trata de Cristo!


Necesitamos enfocarnos siempre en lo que está delante y poner nuestros ojos en Jesús. / Foto: Emma Simpson, en Unsplash

Nuestro futuro eterno está seguro en Él

Tengamos presente que, en medio de los cambios, las renuncias y las incertidumbres, una verdad permanece inmutable: Dios es el buen arquitecto y guía. Aunque las oportunidades se desvanezcan y las expectativas se desmoronen, y no alcances lo que la sociedad actual define como “éxito”, en Él encontramos la construcción de un nuevo futuro eterno, lleno de esperanza y propósito.

Cuando confiamos en Su dirección y nos entregamos a Su voluntad, descubrimos que nuestras vidas son tejidas en un hermoso tapiz de experiencias transformadoras. Que nuestra mirada se enfoque en Dios, aquel que tiene el poder de convertir nuestras pérdidas en ganancias y de encender una luz en medio de la oscuridad. En Él encontramos una paz que trasciende toda comprensión y un gozo que nos impulsa a seguir adelante.

Encomendémonos a Su amor y planes, y caminemos con la certeza de que nuestra identidad está en Él, más allá de lo que alguna vez imaginamos. Quizá nuestras mejores oportunidades están por venir. Y si no, la eternidad nos espera, ese será nuestro mejor plan para el presente y para el futuro.




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