Algo hay con las mariposas que me encanta, me intriga y me llena de esperanza.
Hoy pienso en ellas y quise escribir esto, imaginando que puedo darles voz…
Mientras vuelo con mis enormes alas y paseo entre las fragantes flores procuro recordar quien fui.
Fui una oruga que se arrastró, que muchos vieron con desprecio y que me salvé de morir aplastada entre muchos pisotones.
Por un breve momento me sentí apretada, amarrada e incluso olvidada, casi muerta, por ese momento en la soledad aprendí de Dios, de quien soy, cómo me hizo y en lo que me quiso transformar. A que las circunstancias agobiantes y duras son pasajeras, a veces como un ligero cascarón.
Recuerdo al mover mis alas que mi apariencia no lo es todo y que por dentro sigo siendo en mucha parte esa pequeña oruga, recordar no me lastima, no me hace menos, recordar sólo me sirve para no perder “el piso” mientras floto por los aires.
Sé que una mariposa es libre, colorida y alegre, no sólo es un objeto decorativo de la naturaleza, sino que ayuda a polinizar, es útil y no sólo es hermosa, sino ayuda a hacer del mundo un lugar más hermoso y lleno de flores, amor y color. Quiero ayudar.
Me gustan las mariposas, quizá porque también se arrastraron y quizá también porque sin importarles su condición, se arriesgaron a volar.
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