Me encantan los bebés cuando tratas de dejarlos sentados en un lugar, tensan su cuerpo y lo mantienen firme, recto, duro, aferrados a tus brazos con sus manitas y todo su ser, fijando sus ojos en los tuyos, como si su mirada fuera un poderoso imán que los hará permanecer contigo, pasear en tus brazos. ¿Sabes cómo o sólo a mi me pasa?
Justo en esa dulce etapa está mi pequeña Reyna (7meses). Sí, es muy divertido (bueno, a veces no tanto JA).
¿Es acaso que se me hace muy cómodo traer el brazo (y la espalda!) adolorido por cargarla? o ¿es quizá que no tengo otras cosas que hacer mientras ella puede entretenerse sola con sus juguetes?
No, no es nada de lo anterior lo que me gusta.
Lo que me encanta es que SABE que quiere estar conmigo.
Sabe que me necesita.
Sabe pues en su cerebro ya están registrados los gratos momentos que pasa en mis brazos.
Sabe lo que es bueno, es inteligente.
Sabe que a mi lado está segura, que la cuidaré, le daré no sólo amor, sino todo lo que necesite.
Sabe todo eso pero no se queda en el saber, sino que ACTÚA.
Sí, quiero ser como ella, necesito ser como ella. Deseo aferrarme a los brazos de mi Padre Celestial, hacer hasta lo imposible por estar cerca de él. No, tampoco quiero cambiarlo por “mi espacio personal”, por “mis juguetes” o “mi libertad”.
Cuántas cosas me enseña diariamente al ser mamá. Más de las que he escrito y seguramente más de las que alcanzaré a registrar.
Sí, Él es el mejor Padre.
Esta noche dormiré en sus brazos.
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