“Prometo lealtad a la Biblia, la santa palabra de Dios
y la haré lámpara a mis pies y lumbrera a mi camino
y guardaré sus palabras en mi corazón, para no pecar contra Dios”
Hoy vi por 1a vez a mi pequeño JR con su manita en el corazón repitiendo la promesa anterior en su 1a Escuela Bíblica De Verano/Vacaciones (EBDV) completa.
Fue un momento hermoso, se me enchinó la piel, mi corazón se sintió más fuerte y mis ojos se llenaron de lágrimas.
Los recuerdos vinieron como torrentes de todas las escuelitas a las que yo fui, son recuerdos asombrosos, hermosos. Todo el aprendizaje que tuve de niña en esas maravillosas y enriquecedoras vacaciones, los buenos momentos, las Palabras atesoradas en mi vida desde pequeña.
Recuerdo la seriedad y solemnidad con la que hacíamos dicha promesa, quizá en mi mente infantil no tenía la menor idea de la trascendencia o responsabilidad que aquello traería a mi vida y no sabía cómo Dios me tomaría en serio, escuchó cada una de mis palabras y hasta el día de hoy ha sido fiel… oh TAN FIEL! que me ha perdonado incluso cuando he pecado contra él. Ha sido tan fiel que me permitió vivir hasta el día de hoy, cuando pude ver a mi 1er hijo, mi primogénito decir la misma promesa. JR a sus 4 años puede ser pequeño pero en su reino es GRANDE (por eso lo llamo mi pequeño gigante) su corazón es inocente, noble moldeable, sincero y receptivo. Ama a Dios, ama a sus semejantes, es sencillo y alegre, es un niño, es un primogénito, es un heredero.
Sé que todas las enseñanzas que tuvo esta semana y las promesas y sueños que le entregó a Dios ahí, traerán fruto a su vida, cada día y eso llena mi corazón de alegría. Me pregunto cuántas personas hubo hace tantos años viéndome, viendo una niña parada con su manita en el corazón haciendo la misma promesa y elevó una oración por mi, invirtió su tiempo, dinero, esfuerzo y vacaciones para sembrar en mi vida.
Hoy doy gracias por esas personas que sembraron en mi y por las que este verano sembraron en mi hijo.
Nunca subestimemos la vida de un niño, todo lo que hagamos para amarlo, protegerlo, enseñarlo y guiarlo en la vida será parte del futuro del mundo.
Por cuanto lo hicimos para uno de estos pequeños, es como si lo hubiéramos hecho para Dios.
El mundo puede cambiar si todos decidiéramos: “Yo y mi casa, le serviremos”. Eso quiero yo.
Quizá tu quieras hacer la misma promesa hoy.
Jamás te arrepentirás
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