Cuando vivimos una pérdida, para nosotros es importante. Aún y cuando todos piensen que “exageramos” para nosotros es un duelo, sí, un duelo que tenemos que superar, pero finalmente duelo…y perdona mi redundancia pero sí: el duelo duele.
No quiero ponerme a “calificar” pérdidas como “una mayor pérdida” o “una menor pérdida” de acuerdo a algún sistema de valores preconcebido porque para mi: una pérdida es una pérdida, toda pérdida duele y quien pierde algo sufre esa pérdida (obviamente me estoy refiriendo aquí a pérdidas importantes para cada individuo).
Las pérdidas dejan una sensación de vacío, un sentimiento de dolor, de preguntas, de decepción, de duelo.
Puedes perder:
- Una amistad
- A tus padres
- Un hijo(a)
- Una relación amorosa
- Familiares
- A tu prometido(a)
- Mascotas
- Negocios
- Pertenencias
- La esperanza
- Tu matrimonio
- La fe
- Dinero
- Casa
- Salud
- Un embarazo
- El trabajo
- Tu posición económica y social
- Tu reputación
Algo es seguro…luego de una pérdida siguen muchos otros sentimientos con los cuales habremos de enfrentarnos, para algunos es negación, para otros depresión, para otros incomprensión, para otros preguntas sin respuesta, para otros cuestionamientos incómodos, lo único que sabemos es que luego de “eso” las cosas cambian, nada es igual.
Quizá lo que encuentro más complicado luego de sufrir un duelo es esa sensación de que “todos avanzan”, para ellos “la vida sigue” y es como si tu estuvieras “atorado” en algún lugar extraño, desconocido y difícil, ese lugar en donde debes continuar sin lo que perdiste.
En esos momentos de toma de decisiones, de pasos hacia nuevos rumbos, desconocidos y extraños para ti lo menos que quieres es preguntas, comentarios o frases insensibles, fríos y baratos tales como:
- “¡Ay! ¡ya supéralo!” (El comentario más común, menos empático y más insensible…ya que es OBVIO que ESO ES lo que quieres hacer y lo más PRONTO posible, escuchar eso se siente como si te empujaran todo el tiempo, como esperar que un bebé corra, que un pájaro con las alas rotas vuele, necesitas tiempo para aprender, para crecer, para adaptarte, para sanar)
- “¡¿Y qué?! ¿piensas seguir así toda la vida? ¿llorando? (¡Como si pudieras controlarlo! (al menos en ese momento) necesitas sacar lo que tienes atorado en el pecho, limpiarte, liberarte, dejar las cargas, el equipaje para poder luego continuar, como si no necesitaras llorar con un amigo, como si prefirieran que fueras un robot insensible, una roca inerte o solo un trozo de metal)
- “Examina tu vida” quizá estés pagando por algo que hiciste...(oh! como si no tuvieras ya las suficientes preguntas, culpabilidad cierta o falsa, pero en fin estás tomando parte de lo tuyo en el asunto… lo menos que necesitas es más jueces e ideas punitivas en tu mente, sólo quieres algo de comprensión, de cariño, de apoyo, compañía, no sermones fabricados, copiados, sin fundamento ni razón)
- “Quizá no hiciste -lo que tenías que hacer- para que esto no pasara” (Este absurdo comentario deposita el “todo” en manos humanas, sí, tenemos responsabilidad en muchas cosas y depende de nosotros la actitud y cómo enfrentemos la vida, pero esta frase envuelve todo como si ese "todo" “dependiera de nosotros”, como si fuéramos “suficientes”…como si necesitaran recordarnos estas preguntas…”hice lo suficiente? dije lo suficiente? me cuidé lo suficiente?, trabajé lo suficiente? me esforcé lo suficiente? aprendí lo suficiente?” … sí, claro..como si la vida entera, la vida, la muerte, las decisiones de otros también estuvieran en manos humanas)
- “Seguro que esto es por algo que hiciste y ahora se te está regresando” (Admito que creo en la ley de la siembra y la cosecha, a lo que me refiero de este comentario en que EN ESE MOMENTO de duelo en particular, es lo que menos necesitas escuchar como “razón” por la cual enfrentas tu duelo… ese comentario olvida que vivimos en un mundo caído, donde las cosas tienden a la entropía, donde el pecado abunda y donde necesitamos gracia, donde a veces las cosas no resultan aunque hayas puesto todo de tu parte, donde hay planes divinos y mayores a lo que podemos comprender, donde no todo depende de nosotros, donde no todo es un bumerang que arrojamos y se nos devolvió.
- “Dios está en control, es soberano, Él sabe lo que hace y siempre es lo mejor para nuestras vidas”. Quizá el hecho de que agregue esta frase te sorprenda y mucho ya que sabes que yo CREO esto, porque lo creo, lo predico, lo sé. Creo en su soberanía, control y poder, en su visión más allá de la mía, en sus divinos planes, y ESA es mi mayor confianza. No es que quiera decir una herejía o contradecir este hecho, lo que quiero explicar al agregar este comentario es EL MAL USO que A VECES se le da, la ligereza con la cual se dice, ya que es la forma más fácil, sencilla y corta de “callar” a alguien. Es como decir: “mira, honestamente no quiero escuchar lo que sientes, ni lo que enfrentas, tus preguntas sin respuesta… es muy complicado... así que mejor te digo/recuerdo que Dios sabe lo que hace y ya, no me tomaré la molestia de quererte, de esperar a que sanes, de escucharte llorar/desahogarte, tu también eres cristiano y si no lo eres deberías de serlo!, -uno como yo por cierto- un tipo de héroe supra-humano que no siente, no llora, no le duele y acepta todo lo que pasa sin pensarlo, razonarlo, sufrir o dolerse.. además la Biblia dice que..."
Somos humanos, el dolor es inevitable, el tratar de “arreglar con palabras” lo que no tiene solución humana no nos funcionará.
Sí, luego de una pérdida es una bendición no estar solo, contar con familiares y amigos que de verdad te aman, te aprecian, te apoyan, te comprenden (o al menos lo intentan) y no te juzgan, te apoyan en oración, en silencio y con palabras sabias pero de algo también estoy consciente: La mayor parte del tiempo enfrentarás tu pérdida en SOLEDAD. Soledad para asimilar, soledad para comprender, soledad para preguntar, cuestionar, renegar, llorar, orar, reclamar, reflexionar y hablar con Dios. Soledad para despedirte, para vivir tu etapa de duelo, para cerrar ciclos, tiempos, momentos etapas y luego…solo después de eso…continuar.
Algunos duelos son como heridas en las cuales tienes una gran abierta en la piel, sangra, algunas llegan hasta la infección y la pus y te preguntas ¿hasta cuando?, pero es sólo hasta que son limpiadas, sanadas y cicatrizadas que se pueden superar.
No sé si esta herida, si esta pérdida o este duelo te dejará cicatriz, la mayoría deja…pero ¿sabes algo?…puedo de un tiempo no duele, sí, volteas y la vez, sí, ahí estará como un recordatorio de lo que pasó… pero te servirá también como un recordatorio de lo que aprendiste, de lo que superaste, de lo que te sobrepusiste, de que ya quedó en tu pasado para que puedas vivir tu presente y continuar hacia el futuro.
He escuchado que algunos dicen que las cicatrices son feas, lo bueno es que podemos decidir cómo verlas. Podemos verlas como huellas horribles o verlas como lecciones, como trofeos de batallas ganadas, como victorias, como insignias de esperanza para el que sufre lo mismo que tu, como fe de superación para aquellos que ahora sufren dolores similares y tu, sólo tu puedes decirles: “pasé por algo similar y Dios me ayudó, estoy aquí, lo superarás, no sé cuanto tiempo, ni cuanto trabajo, ni cuanto dolor te cueste, pero quiero acompañarte en el camino, en tu duelo, en tu dolor”.
Por más que me esfuerce por comprender sólo tú sabes a lo que te estás enfrentando cuando enfrentaste esta pérdida, cuando estás viviendo este duelo; sólo quiero recordarte que quiero llorar contigo y también gozarme contigo cuando todo esto haya pasado y ya la cicatriz no duela.
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