Hay ocasiones en las cuales es sencillo tener empatía.
Es fácil comprender a quien amas, a quien te importa, a quien valoras.
Esas ocasiones en las cuales se presenta la oportunidad de comprender.
Comprender de verdad. O al menos intentarlo.
La persona habla y es como si pudieras escuchar su corazón ¿por qué? no lo sé.
Quizá porque ya has estado allí, en los túneles y laberintos de los cuales se expresa.
Quizá porque le amas y puedes comprender lo que dice al ver a través de sus ojos.
Quizá porque es a través de sus palabras que descifras el color de su alma.
Quizá porque es parte de la vida y todos en determinado momento atravesamos sentimientos similares.
No sé por qué ni como que surgen las conexiones, no las comprendo. (¡Ah pero cómo las disfruto!).
Ha habido muchas veces que he intentado “conectar” con alguien y ha sido en vano.
Ha habido otras muchas veces en las cuales he podido caminar en los zapatos de alguien sin siquiera planearlo, prevenirlo o haberlo imaginado con anterioridad.
No comprendo las conexiones, pero Dios sí. Él tiene un plan, un propósito perfecto y un tiempo específico para todo.
Quiero ser parte de ese tiempo, de ese plan.
Quiero recordar esta sensación de “urgencia” que en ocasiones siento para hablar con alguien y no ignorarla, accionar y contactarle.
Hay un plan supremo que se cumplirá, con o sin ti.
Qué precioso sería que fueras parte de ese propósito supremo, qué lindo sería que fueras esa boca, esas manos y esos pies para ir, tocar y hablar con esa persona que HOY te necesita.
Conexiones divinas, humanas, falibles… pero tan necesarias.
Para conectar hay que ser intencional, valiente, vulnerable.
Sí, dará mucho temor exponerte, pero exponerte te hace alcanzable, tangible, real.
Oro que pueda dejar el temor atrás, la apatía atrás, la timidez atrás, con el firme propósito de tocar a otros, de bendecirles, de escucharles, de comprenderles, de conectar.
Te animo a quitarte la capa, a mostrarte humano, persona, real.
Te invito a compartir gracia, misericordia y verdad.
Te invito a conectarte con Dios y a invitar a otros a hacer lo mismo.
No, quizá nunca nos comprenderán tal y cual somos, tal y cual queremos decir con exactitud, pero será en esos intentos fallidos en los que nuestra alma, pensamientos y sentimientos queden al descubierto y podremos disfrutar el regalo hermoso de la amistad.
Será en esos momentos cuando ya no sepas qué hacer, ni qué decir cuando recuerdes cual es ese lugar que nunca falla, que siempre funciona y que es lo más que puedes dar: un par de rodillas y un corazón dispuesto para interceder.
Sí, será hasta entonces, cuando nos conectemos con Aquél que lo sabe y lo puede todo que podremos conectarnos con alguien más.
Mateo 18:19-20 Además os digo, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan aquí en la tierra, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Proverbios 27:17 El hierro con hierro se afila, y un hombre aguza a otro.
Deuteronomio 32:30 ¿Cómo es que uno puede perseguir a mil, y dos hacer huir a diez mil, si su Roca no los hubiera vendido, y el Señor no los hubiera entregado?
Eclesiastés 4:9 Más valen dos que uno solo, pues tienen mejor remuneración por su trabajo.
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