He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. —Jeremías 31:31
Dios es justo y santo y separado de pecadores como nosotros.
Éste es nuestro problema principal en la navidad y en cada temporada. ¿Cómo podemos ser reconciliados con el Dios justo y santo?
Sin embargo, Dios es misericordioso, y ha prometido en Jeremías 31 (quinientos años antes de Cristo) que algún día Él haría algo nuevo. Reemplazaría las sombras con la Realidad del Mesías. Vendría poderosamente a nuestras vidas y escribiría su voluntad en nuestros corazones para que no estuviéramos obligados desde afuera sino dispuestos desde adentro para amarle y confiarle y seguirle.
Ésa sería la mayor salvación imaginable—si Dios nos ofreciera la mayor Realidad en el universo para disfrutar y si obrara en nuestras vidas para asegurar que la disfrutáramos con la mayor libertad y placer posibles. Éste sería un regalo de navidad por la cual vale la pena cantar.
Esto es, de hecho, lo que prometió. Pero había un gran obstáculo. Nuestro pecado. Nuestra separación de Dios debido a nuestra injusticia.
¿Cómo puede el Dios justo y santo tratar a pecadores como nosotros con tanto amor como para darnos la mayor Realidad en el universo (su Hijo) a fin de disfrutarle con el mayor gozo posible?
La respuesta es que Dios puso nuestros pecados sobre su Hijo, y los juzgó allí, para que Él pudiera olvidarse de ellos, y pudiera tratarnos con misericordia, sin dejar de ser santo y justo. Hebreos 9:28 dice, Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos.
Cristo llevó nuestros pecados en su propio cuerpo cuando murió. Recibió nuestro juicio. Pagó nuestra culpa. Y eso significa que los pecados fueron borrados. No permanecen en la mente de Dios como una base de condenación. En ese sentido, Él se olvida de ellos. Fueron consumidos en la muerte de Jesucristo.
Eso significa que ahora Dios es libre, en su justicia, para darnos el nuevo pacto. Nos da a Cristo, la mayor Realidad en el universo, para nuestro deleite. Y escribe su propia voluntad— su propio corazón—en nuestros corazones para que podamos amar a Cristo y confiar en Cristo y seguir a Cristo desde adentro para afuera, con libertad y gozo.
©Por John Piper en desiringGod.org, enviado con cariño para ti por Reyna Orozco.
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