¿Qué hago con mis emociones?

 

¿Qué hago con mis emociones?



Lo confieso. He perdido la cuenta de las veces que he pensado: «cómo me gustaría ser diferente, menos intensa, no tan sensible. ¡Como quisiera ser más «normal»! ¿Porqué soy así?» ¿Alguna vez has pensado lo mismo?

La vida está llena de altibajos, crisis, problemas y retos. Muchas veces nos sentimos confundidas, navegando en un mar de cambios. La marea de nuestros sentimientos sube. La tormenta oscura parece tragarnos. El ruido y el atemorizante viento nos aturde y no sabemos ni qué pensar ni qué hacer. Nuestras emociones necesitan una brújula en la obscuridad que las lleve al puerto seguro, donde podemos llegar a tiempos de paz. Es un ciclo que se repetirá regularmente. ¿Qué tan preparadas estamos para hacerle frente?

Las emociones en las mujeres no tienen buena fama.

Estoy segura que en algún momento de tu vida has escuchado o leído frases negativas generalizadas sobre la mujer: «¡me desespera, no sabe ni lo que quiere!», «¡es tan inestable!», «¡nunca escucha!», «¡si tan sólo pudiera razonar!», «está enojada, ¡no te le acerques!», «es muy llorona...», «al rato se le pasa, no la tomes en serio», «aléjate, anda en sus días», «es bipolar»,  «así son las mujeres, por eso nadie las entiende», «déjala, está loca»...

En la cultura se les etiqueta a las mujeres como exageradas, iracundas, dramáticas, sin dominio propio, egoístas; que no se hacen responsables de sus acciones y culpan a sus hormonas; el clima o cualquier circunstancia por sus malas decisiones. Sólo mira con atención una película o serie, y notarás que así se representa a la mujer. Pero las creyentes no debemos pensar así. Dios nos creó con emociones, pero debemos ser vigilantes y alimentarlas con la verdad, no dando lugar a nuestra carne.

«No debemos permitir que nuestras emociones tomen el control de nuestra mente. Más bien debemos procurar que la verdad de Dios domine nuestra mente. Nuestras emociones deben estar subordinadas a la verdad». Jerry Bridges

El evangelio nos da esperanza para vivir diferente y ser ejemplo con nuestra forma de ser, incluso en el manejo de las emociones. Pero es más fácil decirlo que hacerlo. Los siguientes puntos nos pueden ayudar.

Reconoce la soberanía de Dios en tu diseño.

Así como nos tejió en el vientre de nuestra madre (Sal. 139:13-16), Él también teje nuestro interior con emociones de diversos colores. No tiene sentido pleitear o quejarnos. Al contrario, debemos preguntarle, «Dios ¿qué quieres de mi? ¿Cómo puedo servirte y usar mis emociones para amarte más a ti y a los demás?».

No actúes según tus sentimientos.

Es posible ser sensible y también estable en tu decisión de amar y servir a Dios y a los demás. Decide hacer lo correcto aunque no sientas ganas de hacerlo. Es normal sentir emociones variables, pero no las tomes como pretexto para pecar. Ejerce dominio propio dejándote guiar por la verdad. Dios es la roca firme a la cual podemos acudir cuando no sabemos a dónde correr. Su palabra es lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino. El poder para mantener firmes nuestros pasos en sus senderos y no resbalar, está en seguir Su Verdad.

Evita extremos.

Pensando en esa «mala fama» que tienen las emociones, pudieras irte al extremo de vivir de manera descontrolada, necia, tosca, insensata, irreverente y orgullosa. Esta mujer dice, «a nadie debe importarle lo que yo haga; así soy y no cambiaré». El otro extremo sería cerrarte, ocultar lo que sientes, hacerte dura y estoica, habitando en ese solitario lugar con muros altos para que nadie te conozca. «Nadie va a conocerme ni meterse conmigo; así soy yo y no cambiaré». La realidad es que a Dios sí le importas y quiere ayudarte a ser más como Él. Ninguno de estos dos extremos representa un manejo correcto de las emociones.

Sirve a otros con tus emociones.

La sensibilidad emocional puede ayudarnos a ser empáticas, conectar con las personas, escuchar, comprender, transmitir amor, gozarnos con los que gozan y llorar con los que lloran (Rom. 12:15). Nos pueden facilitar el sentir misericordia y profundo amor por las personas. Nos abren las puertas para comunicar el Evangelio. Sirve a otros intercediendo con fuerza por ellos y enseñando con intencionalidad.

Utiliza los medios de gracia.

Dios te ofrece todos los recursos necesarios para enfrentar la vida. Te pueden decir, «lo que necesitas es calmarte, tomarte unas buenas vacaciones, aprender técnicas de relajación, iniciar una nueva relación, mejorar tu alimentación, buscar un ajuste hormonal, alejarte de la «gente tóxica», hacer más ejercicio, entretenerte, salir de la rutina, tomar pastillas, comprarte algo o tener una aventura». Pero lo que más necesitas es a Cristo, y Él te ofrece Su palabra, la oración, la iglesia, y la comunión con hermanos en Cristo como medios para enfrentar la vidaPide ayuda, consejo y oración. Rinde cuentas. Vigila tus pensamientos, cuidando la alimentación de tu mente. Practica la meditación porque la Palabra es el ancla que la mente y el corazón necesitan cuando las tormentas emocionales llegan.

Busca glorificar a Dios con tus emociones.

Cuando nos sintamos perdidas en alta mar, cuando la lluvia arrecie y los rayos y centellas nos asusten, cuando nuestra percepción nos engañe, confiemos en lo que Él ha dicho y no en lo que los sentimientos inestables gritan. Si Él nos creó como seres emocionales, podemos usar esa parte de nosotras para honrarle y agradarle. Si sometemos nuestras emociones y sentimientos para ser usadas para Su gloria, lleganran a ser herramienta en Sus manos en lugar de una carga pesada.


Sentir es parte de nuestro diseño. Es un buen regalo, útil y necesario. Dios nos dotó de toda una variedad de sentimientos. ¿Qué hacemos con nuestras emociones? Rendirlas al Creador, ponerlas a Su servicio y alinearlas a Su Palabra. Él nos puede dar la gracia necesaria para vivir con ellas y usarlas para bien.

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Artículo escrito por Reyna Orozco Meraz para el Ministerio Aviva Nuestros Corazones ® www.avivanuestroscorazones.com

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