¿Qué debemos preguntarnos al hospedar?

 

¿Qué debemos preguntarnos al hospedar?


Lo más natural para mí, es pensar en todos los ajustes e inconvenientes que trae consigo el hospedar; sin embargo, si creo en la Palabra de Dios, creeré también que hay bendición en hacerlo.

La hospitalidad es una característica divina en la cual debemos enfocarnos y procurar practicar. Pedir a Dios que nos ayude a ser como Él, disfrutando poner la vida por otros.

Hoy te invito a pensar en:

¿Qué aspectos debemos EVITAR
al considerar la Hospitalidad?

Hacer esta buena obra para ser vistas por los hombres.  Recordemos que siempre debemos vigilar las intenciones del corazón al hospedar, discernir si se hace para ser visto, admirado y aplaudido por los demás o para mostrar una apariencia de piedad, esa será la “recompensa” (Mt. 23:56:2).

Que el gozo y la satisfacción dependa del número de personas que se hospeda y sirve. Si tu gozo no está en Cristo, sino en lo que “haces por Él o para otros” entonces esa buena obra está en el lugar incorrecto, sin importar cuántas veces la hagas, nunca estarás satisfecha.

Condenar a quien no hospeda. Ro. 12:13 nos menciona sobre la importancia de compartir para las necesidades de otros, es una manera en que como creyentes podemos mostrar el amor; sin embargo, no debemos condenar a aquellos que no lo hacen sino enfocarnos en hacer nuestra parte y animar a los demás a hospedar, pero no condenarlos o pensar que son menos espirituales por no hacerlo.

Poner primero a los huéspedes que a la familia. La Palabra menciona que es agradable delante de Dios primero mostrar piedad para con nuestra propia familia (1 Ti. 5:48) si hay más esfuerzo y entusiasmo en atender huéspedes que a la propia familia, se debe comenzar a poner las prioridades de la vida en orden.

Hacerlo por tradición u obligación. Dios bendice al dador alegre, al abrir las puertas de tu casa y de tu vida a otra persona, estás dando de tu tiempo, dinero y esfuerzo. Si no hospedamos con alegría puede ser que sigamos siendo de ayuda para las personas hospedadas, pero quizá nos quedemos sin la bendición de Dios.




Hacer acepción de personas. Generalmente preferimos a las personas que nos caen bien, que nos son agradables, conocidos, disfrutables. La Palabra elogia cuando nos conducimos fielmente prestando algún servicio a los hermanos, en especial a los desconocidos (3 Jn. 5) esa aclaración me asombra.

Aun queriendo hacer la voluntad de Dios, me doy cuenta de lo inmersa que estoy en esta cultura egocéntrica, tiendo a enfocarme en lo mío y olvidar que hay otras personas a las cuales puedo tener la bendición de atender y servir. Que por temor a equivocarnos no perdamos la bendición de mostrar hospitalidad.

El que en He. 13:2 mencione que no nos olvidemos de la hospitalidad, es porque tendemos a hacerlo (yo reconozco que lo olvido). Quizá como a mí, también te resulte más común o sencillo enfocarte en otro tipo de buenas obras, aun así no debemos olvidar la hospitalidad.

Me pregunto cuántas veces habremos rechazado la oportunidad de hospedar ángeles porque nos ha parecido imposible o poco oportuno en ese momento.

Este pensamiento de John Piper me conmovió en gran manera:

“La gracia es la hospitalidad de Dios dando la bienvenida a pecadores; no por la bondad de ellos, sino por Su gloria. Debemos nuestra vida eterna a la gracia, misma que es la disposición de Dios de glorificar Su libertad, poder y riqueza mostrando hospitalidad al pecador”.

¿Seremos hospitalarias como Él?, ¿buscaremos pretextos para no serlo? o ¿lo haremos mal, a nuestra manera?

Oremos que ante la próxima oportunidad, podamos obrar conforme a Su ejemplo.

Día 24. Toma el Viaje de los 30 días a través del Manifiesto de una Mujer Verdadera y recuerda siempre la importancia de la hospitalidad.

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Artículo escrito por Reyna Orozco Meraz para el Ministerio Aviva Nuestros Corazones ® www.avivanuestroscorazones.com

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Brindando hospitalidad a los amigos de tus hijos

 

Brindando hospitalidad
a los amigos de tus hijos


Varias veces, personas me han dicho que soy muy “tonta” al tener continuamente la casa llena de niños, pues prácticamente siempre somos el centro de reunión de vecinos y amigos de nuestros hijos, además de que en otras ocasiones también cuido los niños de amistades que tienen horarios extendidos de trabajo.

Ellos creen que soy “tonta” o que “se aprovechan de mi” por todo el trabajo extra que adquiero al tener más personas en casa (pues es obvio que hay más desorden, gastos, comidas que preparar, limpieza necesaria, atención que dar, etc.).

Me gustaría compartirte que además de ese trabajo extra, esa apertura y acercamiento me ha permitido: la bendición de conocer de cerca a los amigos de mis hijos, involucrarme en sus vidas, amarles, servirles, cocinarles, darles un consejo, orar por y con ellos, invitarlos a actividades Cristocéntricas, abrazarlos y darles un vistazo de cómo es una familia cristiana.

Por otro lado, otros consideran que es algo “lindo” qué hacer, pero me han dicho que no creen poder hacer algo similar ya que ellos no son “tan pacientes”. Si me conocieran bien, sabrían que su percepción no es real. Antes de que tú también imagines algo que no soy y generosamente me regales varios bondadosos adjetivos calificativos (que obviamente no merezco) deja que te aclare que sí me canso,  que no tengo “superpoderes”, que nunca me gusta la condición en la cual queda mi casa luego de que las visitas se van, que no cuento con una persona que me ayude con las tareas domésticas, que sí hay ocasiones en las que preferiría estar sola durmiendo o también socializando con personas de mi edad, que muchas veces me desespero, me irrito, que algunas veces quisiera salir corriendo y otras llorando y te repito: siempre me canso (¡y mucho!). Aun así, créeme: hay gran bendición en hacer esto.


Cada vez que un pequeñito o pequeñita está aquí y puedo escucharle, limpiar sus lágrimas, abrazarle, consolarle, animarle, cuando puedo darme cuenta de lo necesitados que están de amor y atención, me alegra mucho el que sepan que pueden venir a nuestro hogar y que lo vean como un refugio, pero sobre todo quiero apuntarlos a Cristo, el Único Refugio que necesitan.

Esta palabra ha sido de ánimo y aliento para mí, cada vez que precisamente me piden agua ¡y cuando la derraman también! “En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis.” Mt 25:40.

Quizá no estés en el campo misionero, pero tienes uno en tu hogar, en tu sala, en la cocina, en el frente de tu casa o en tu patio, míralo como lo que es: un campo árido que necesita gotas de amor del Salvador y además como un centro de entrenamiento para tus hijos, en cualquier etapa de vida que estén, para que aprendan a mostrar hospitalidad, a servir, soportar, tolerar, compartir y amar.

Oremos que Dios nos permita aprovechar las oportunidades de bendecir a otros incluso con las incomodidades que se presentan. Seamos un instrumento de gracia para la siguiente generación. Te animo a abrir tu hogar para conocer, amar y servir a los amigos de tus hijos.

Me encantaría escuchar de ti: -Si puedes comparte en los comentarios cómo incluyes e involucras intencionalmente a otras personas en tu vida, podemos aprender unas de otras-

Día 24. Toma el Viaje de los 30 días a través del Manifiesto de una Mujer Verdadera, y sé animada a la hospitalidad.

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Hospitalidad Intencional

 

Hospitalidad Intencional



¿Qué piensas cuando escuchas el término “Hospitalidad Intencional”?

Yo relaciono la palabra intencional con la palabra planeado, premeditado, organizado. Para mí, ser intencional es buscar continuamente oportunidades de algo, hacerlo con propósito, con una meta, procurando que nuestras acciones tengan un objetivo, siendo conscientes, constantes, consistentes.

Como hijas de Dios nuestro objetivo y propósito es “glorificar a Dios y gozar de Él para siempre” en todo lo que hacemos y decimos, ¡qué gran meta! glorificarle siempre con fervor e intencionalidad.

Entonces ¿Qué tiene que ver todo esto con la hospitalidad? Que podemos glorificar a Dios, gozarle y reflejarle, extendiendo Su amor a través de la hospitalidad.

Algo llamó mucho mi atención de este versículo: Contribuyendo para las necesidades de los santos, practicando la hospitalidad. Ro. 12:13 y es que la palabra “practicando” está en presente continuo, es algo que se hace continuamente, y si necesitamos hacer algo repetidamente es porque aún no lo hemos dominado o porque debemos perseguirlo.

No me considero la persona más hospitalaria del mundo, me falta mucho para que sea una actitud común en mi vida, sobre todo estar lista siempre para recibir a otros. Todo esto me parece un enorme reto, aún más en esta etapa de mi vida.

Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados. Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. 1ª P. 4:8-9.

Ferviente no sólo es ser deliberado, es añadirle gusto, devoción, voluntad, entusiasmo y pasión. ¿Tú también quieres ser así?

Al leer este versículo de Pedro sé que no podré ser hospitalaria fervorosa e intencionalmente por “mis fuerzas y aguerrida voluntad” sino que requeriré la intervención divina. Su perfecto amor será mi estímulo y lo que me motive a hacerlo sin murmuración ni queja.

Debemos anhelar practicar una hospitalidad intencional y sincera, no sólo para tachar un punto en nuestra lista de “requisitos de la vida cristiana” sino que surja naturalmente por amor a los demás, por la vida de Cristo en nosotros.

Reflexiona en algunas ideas para practicar una hospitalidad intencional. Te invito a que miremos a nuestro alrededor y actuemos al respecto, te pregunto:

  • ¿Quiénes están experimentando soledad que pudieras recibirlos para ser un apoyo, compañía y amistad para sus vidas? (abre los ojos y busca a las viudas, huérfanos, madres solteras, estudiantes de intercambio, adultos con el nido vacío, personas que acaban de perder un ser querido, a los nuevos en la iglesia o comunidad) ¿Cómo les harás parte de tu vida?

  • ¿A cuáles no creyentes puedes invitar a tu vida, a tu casa, a tu iglesia para experimentar a Cristo?

  • ¿Con qué personas puedes reunirte para animarles en su vida cristiana?

  • ¿A quién de la próxima generación puedes integrar en tus actividades para enseñarles lo que te ha sido dado?

  • ¿Con quién puedes reunirte para planear juntos actividades de amor, servicio y edificación a otros?

  • ¿A quién pudieras invitar a casa para escucharles, mientras comparten alimentos, aconsejarle en gracia y verdad y luego terminar la noche orando juntos?

 

Ser hospitalario no sólo es abrir tu casa con el fin de ayudar cuando viene tu familia de fuera, o cuando hay un evento y solicitan una recámara extra para dormir. La hospitalidad no sólo es para bendición del huésped, sino que puede ser de enorme bendición para el que abre las puertas de su casa, si discierne los propósitos de Dios al hacerlo.

En la hospitalidad intencional habrá al menos uno que será el receptor de la bendición y el otro que servirá como instrumento de Dios para bendecir, reflejando bondad, favor y gracia.

Ser hospitalario intencionalmente va más allá de las necesidades apremiantes de un hogar o de la necesidad de compañía y esparcimiento, más bien es enfocarnos en los propósitos del reino.

Jamás subestimes una reunión en tu hogar, llena de ferviente amor, oración y propósito. Oremos que Dios nos permita buscar oportunidades de bendición continua e intencionalmente.

Día 24. Toma el Viaje de los 30 días a través del Manifiesto de una Mujer Verdadera y medita sobre hospitalidad intencional.

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