El matrimonio no es el
remedio para la soledad
Por: Reyna Orozco Meraz.
“Me siento sola.” Es un pensamiento recurrente en mi mente y corazón. Lo tenía al estar soltera y quizá te sorprenda escuchar que aún estando felizmente casada (con un hombre que ama a Dios y a mí), es una experiencia que me sigue visitando. Quizá te desconcierte, porque no se esperaría que una esposa cristiana dijera tal cosa.
Esa sensación recurrente me golpea en oleadas, a veces despacio y otras muy fuerte. Si lo has vivido, sabes que es un sentimiento profundo, doloroso y persistente. A veces es vívido y a veces es sólo un espejismo. La necesidad que provoca estos sentimientos está diseñada para que anhelemos a Jesús como amado compañero.
He escuchado a amigas solteras idealizar el matrimonio, creyendo la mentira que un esposo será la solución para su soledad. Quisiera sentarme a conversar este tema con cada una de ellas. Aunque el matrimonio es una gran bendición, una persona jamás te podrá dar la satisfacción completa. No llenará tus vacíos existenciales.
Cristo es la única persona que nunca te defraudará.
Un hombre puede ser un amoroso y comprensivo compañero; puede proveerte seguridad y apoyo. Pero la realidad de una vida de trabajo y actividades demandantes te demostrará que no puedes esperar tener a una persona todo el tiempo cerca de ti. Además, el corazón humano es insaciable. Ningún ser humano es suficiente. Mi esposo no es el remedio para mi soledad. Él no es omnipresente, así que no puede estar en todo momento y lugar conmigo. Habrá ocasiones en que lo necesitaré y no estará ahí, sea emocional o físicamente. El único que puede proveer compañía constante y amor eterno es el infalible, inmutable, omnipresente Dios.
Las mujeres que han enviudado, y las que tienen un matrimonio difícil, pueden conocer esto de primera mano. Amar al esposo no es igual a depender de él como si fuera Dios. Si eres soltera, no creas la fantasía de un matrimonio que resuelve tu soledad y sacie tu sed. Si eres casada, no creas la mentira que la soledad (real o percibida) nunca tocará a tu puerta.
Cristo es la única persona que siempre te llenará.
Todo lo que busques fuera de Él para satisfacerte fallará. Llegará el momento en que te des cuenta que ni tu esposo, ni tus hijos, ni tus amistades podrán llenar tu soledad. Ninguno de ellos es Dios. Cuando dejes de imponer expectativas irrealistas sobre ellos, no sólo descansarás tú, sino que ellos también. Experimentarás menos desilusión y frustración. No buscarás en una persona descanso, consuelo, ni soluciones a los problemas en tu interior.
Para algunas, el matrimonio es la meta de la vida. Pero no debe ser así. El matrimonio es una de las muchas maneras por las cuales Dios nos santifica. Es un centro de entrenamiento contínuo para poner nuestros ojos en Él y acercarnos más a Él. Si eres soltera, comienza a vivir bajo esta verdad: Dios usa tanto la soltería como el matrimonio para que te parezcas más a Cristo. Él es quien puede satisfacer tu soledad. Él sigue siendo la respuesta. Necesitas seguir dependiendo de Él, no de una persona.
La soledad en el matrimonio es provocada en parte porque el estar casada expone de una manera más clara el egoísmo e inseguridad, y los ídolos del corazón. Cristo ofrece esperanza de victoria cuando rendimos cada área de nuestra vida a Él. Tú necesitas menguar para que Él crezca y sea formado en ti. Esta es la única forma confiable de llenarte y mitigar tu soledad.
Hazlo personal. Ya que tenemos claro que el matrimonio no cura la soledad y un hombre no puede salvarnos, ¿qué haremos?. Más que quedarnos nostálgicas, llorando y lamentando, podemos:
- Acudir a Dios en oración, orando la Palabra. Empieza orando Salmo 25:16-18 de todo corazón: "Vuélvete a mí y tenme piedad, porque estoy solitario y afligido. Las angustias de mi corazón han aumentado; sácame de mis congojas, mi aflicción y mis trabajos, y perdona todos mis pecados".
- Abrazar sus promesas: Lee Mateo 28:20: "y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo".
- Memorizar la Palabra: Recuerda que los sentimientos son cambiantes, las emociones son intensas. No te permitas engañar o abrumar. Aférrate a la verdad para que tengas llena tu mente de ella cuando lleguen esos momentos complicados: “No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la diestra”. Is. 41:10
- Buscar ayuda y consejo. Acércate a personas sabias y abre tu corazón.
Oro que la sensación de vacío que pudiéramos sentir con fiereza en distintas etapas de la vida nos lleve a Él, a la roca más alta, fuerte y disponible. Que las relaciones que tengamos sean santificadas; que caminemos en amor, humildad, sencillez de corazón, agradecimiento y dependencia solamente a Cristo, manantial de vida, el único que satisfacerá la sed de compañía, amor y comprensión. Enfoquémonos diariamente, preguntándonos: ¿En qué me centraré hoy? ¿En mi sentimiento de soledad o en Cristo y lo eterno? Esto marcará la diferencia.
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Artículo escrito por Reyna Orozco Meraz para el Ministerio Aviva Nuestros Corazones ® www.avivanuestroscorazones.com
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